La desaparición de Celedonio Monroy: Reminiscencias de la Guerra Sucia

Categoría: Reporte Especial Escrito por Tlanesi

Fotografía: Frente en Defensa del Maíz Colima

 

Escrito por: Pedro Zamora Briseño

 

(Fragmentos del artículo publicado por el autor en la edición 25 de la revista Interpretextos, de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, pág. 101-122)

La desaparición del líder indígena Celedonio Monroy Prudencio, hace menos de una década en la Sierra de Manantlán, estuvo rodeada de formas y circunstancias parecidas a las prácticas represivas aplicadas durante el periodo de la llamada Guerra Sucia —cuya etapa más oscura se vivió en los años setenta—, con la que el gobierno mexicano combatió los movimientos guerrilleros de la época, igual que otros países de América Latina.

Celedonio, sin embargo, no había tomado las armas. Era un luchador social que por la vía pacífica defendía los derechos indígenas y los recursos naturales en el territorio de la comunidad indígena de Ayotitlán, Jalisco, frente a los intereses de mineros y talamontes en la zona.

La noche del 23 de octubre de 2012, varios hombres fuertemente armados —con atuendo militar— llegaron en dos camionetas a su domicilio en el poblado de Loma Colorada, municipio de Cuautitlán, Jalisco. Después de golpear a su esposa y causar destrozos en la vivienda, se llevaron al activista, a quien no se le ha vuelto a ver desde entonces.

Cuatro décadas antes de este suceso, luego de la masacre del 2 de octubre de 1968 y la matanza del 10 de junio de 1971, jóvenes de diversas regiones del país, sobre todo de Guerrero, no encontraron otro camino que el levantamiento armado para luchar en busca de la transformación social de México.

No obstante, se toparon con un Estado que, lejos de reconocer la existencia de una insurrección guerrillera, optó por la vía del exterminio mediante la detención y desaparición de muchos de los alzados, como si nunca hubieran existido, sin darles oportunidad siquiera de tener un juicio regular.

En el lapso de la Guerra Sucia desaparecieron más de 500 personas en México, según las cifras del Comité Eureka, fundado por Rosario Ibarra de Piedra, madre de familia que en 1975 dejó una apacible vida familiar en Monterrey para iniciar la azarosa búsqueda de su hijo Jesús, uno de los desaparecidos políticos que reclama la organización.

Pero cuando Celedonio Monroy fue secuestrado, en 2012, las cifras de personas que permanecían desaparecidas en México ya se contaban por miles (17 322, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas no Localizadas de la Comisión Nacional de Búsqueda). Según la misma fuente, en el lapso de 1964 hasta septiembre de 2020, hay ya en México 73 984 personas desaparecidas no localizadas, la gran mayoría en los años recientes. En buena parte de los casos de las últimas décadas, ya no se responsabiliza directamente al Estado de las desapariciones de personas, sino también a la delincuencia común y a la delincuencia organizada, aunque no se han extinguido las desapariciones de presunta motivación política atribuidas a algún nivel de gobierno.

Destaca el caso de José Ramón García Gómez, dirigente del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en Cuautla, Morelos, quien en el contexto de la lucha contra el fraude electoral fue detenido por policías el 16 de diciembre de 1988 y más de 30 años después no ha aparecido. Otra desaparición posterior relevante, y también emblemática, es la de los guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario (EPR): Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, detenidos por agentes policiacos en Oaxaca el 24 de mayo de 2007 y su paradero se desconoce hasta la fecha.

Celedonio Monroy Prudencio. Fotografía: Facebook

 

Desapariciones en México y América Latina

La mayoría de las víctimas de desaparición en el periodo de la Guerra Sucia tenía algún vínculo con los movimientos guerrilleros. “Son disidentes y en muchas ocasiones para explicar su desaparición se alega que murieron en un enfrentamiento con el ejército. Sin embargo, su desaparición los convierte —a ellos y sus familiares— en víctimas y le confiere al gobierno, responsable o no, el papel de perseguidor”, denunció la escritora mexicana Elena Poniatowska en un discurso ofrecido durante una reunión del Pen Club Internacional en 1980, publicado en la edición 171 de la revista Proceso.

Invitada también por la organización de escritores, Ibarra de Piedra complementó en esa misma publicación:

“Sin previo juicio ante los tribunales ni las mínimas formalidades legales, en México se han hecho desaparecer a muchos disidentes que no sé si tenían razón o no, lo que sí sé es que eran honestos y respaldaban sus palabras con una acción sincera; a lo mínimo que tenían derecho era a un juicio abierto con todas las de la ley”.

Respecto del caso de su hijo, Jesús Piedra Ibarra, la mujer también dijo:

“No sé si mi hijo fue un guerrillero, como afirma el gobierno, pero en todo caso respeto su decisión. En ese tiempo, a partir de 1968, los caminos de la disidencia en México se vieron cerrados. La masacre de Tlatelolco llevó a la tumba a muchos jóvenes; en 1971 la famosa apertura de Echeverría llevó a la tumba a otros jóvenes”.

En 1991, Miriam Granados, representante en México del Comité de Madres y Familiares de Presos, Desaparecidos y Asesinados Políticos de El Salvador “Monseñor Óscar Arnulfo Romero”, definió en una entrevista a los desaparecidos como:

“Personas que anhelaron cambios para la sociedad y lucharon incansablemente en contra de políticas injustas que aplicaron y aplican gobiernos antipopulares que solamente responden a intereses de los poderosos grupos económicos que representan. Los desaparecidos son personas que buscaban mejores condiciones de vida para los más pobres y explotados, el amor al prójimo es el delito por el que fueron capturados por fuerzas represivas que después los desaparecieron como una forma de acallar su voz”.

(…)

Mariclaire Acosta, representante en los años ochenta de la organización Amnistía Internacional en México y fundadora de la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, explicó los métodos de desaparición en la obra de Poniatowska Fuerte es el silencio:

“El mecanismo empleado para desaparecer a una persona en Latinoamérica es relativamente sencillo: se trata de aparentar un secuestro, perpetrado en forma rápida, violenta y anónima como lo dictan los cánones de la tradición. Generalmente el acto es precedido de un allanamiento de morada, en el cual un grupo armado irrumpe violentamente, a altas horas de la noche, en el hogar de la víctima y, tras el amedrentamiento y maltrato del resto de los habitantes, lleva consigo a su presa, además de todos los objetos que pudo hurtar durante el operativo”.

Blanca Esthela González Larios (Esposa de Celedonio). Fotografía: Pedro Zamora Briseño 

 

Liberato Monroy Alvarado y María de Jesús Prudencio Elías (Padre y madre de Celedonio). 

Fotografía: Pedro Zamora Briseño 

 

Bajo las sombras de la noche

Ocho años después de la desaparición del líder indígena Celedonio Monroy Prudencio, la Procuraduría General de Justicia de Jalisco (PGJ), ahora Fiscalía, no ha esclarecido los hechos ni ha localizado a la víctima.

De nada han valido hasta ahora las movilizaciones y las gestiones de sus familiares, de organismos de derechos humanos estatales y nacionales, de representantes de las comunidades indígenas, de organismos civiles, de diputados, de estudiantes… las autoridades responsables de la investigación no han reportado avances sobre el caso.

Monroy Prudencio, defensor de los derechos de los pueblos indígenas de la comunidad de Ayotitlán, bajo las sombras de la noche fue sacado de su domicilio por un grupo armado. Blanca Esthela González Larios, su esposa, quien durante el suceso fue golpeada y encañonada, narró en esa ocasión que eran ocho hombres, la mayoría con uniforme militar y pasamontañas, quienes llegaron en dos camionetas con el pretexto de buscar armas y se llevaron a Monroy con rumbo desconocido. A partir de entonces se inició el peregrinar de los familiares del activista, quienes recurrieron a las autoridades investigadoras y a las comisiones estatales de derechos humanos de Jalisco y Colima, así como a la Comisión Nacional, al Ayuntamiento de Cuautitlán, al Ejército, al Congreso de Jalisco y a otras instancias, sin obtener ningún resultado…

 

Leer el artículo completo en el siguiente enlace de la revista Interpretextos:

http://ww.ucol.mx/interpretextos/resultados.php?idarti=441

 

 

A ocho años de la desaparición del activista indígena Celedonio Monroy (VIDEO)

Vídeo: Archivo Tlanesi/ Youtube