La incesante búsqueda de un hijo a cinco años de su desaparición en Colima

 

Escrito por Monserrat Cárdenas

Mil 825 días han pasado Carmen Sepúlveda y Carlos Campos sin su hijo Donaldo, desaparecido en Villa de Álvarez el 20 de agosto de 2018, con 24 años de edad. Su desaparición impulsó a sus padres a particiár en la fundación de la Red Desaparecidos en Colima A.C., junto a familiares de las más de 1700 personas desaparecidas en la entidad de acuerdo con las cifras de esta organización.

El rastro de Carlos Donaldo Sepúlveda Campos se desvaneció cuando terminó su jornada laboral como tatuador y se dirigió en su motocicleta a ver a una joven que le gustaba. El hombre que hoy se encuentra sentenciado por su desaparición convenció a la mujer de “ponerlo” para que quienes se lo llevaron la tuvieran más fácil, cuenta Carmen.

“El único indicio es que a él se lo llevaron a un casco de una hacienda en Comala; ahí lo golpearon, lo torturaron y de ahí recibieron una llamada para que se lo llevaran ‘para arriba’, que es para Tonila (Jalisco). Creo que habló el jefe, según la persona que lo dijo en el juicio; la persona dijo que de ahí iba vivo y que ya no supo más nada de Donald”.

Donald, como lo llaman sus conocidos, tiene tatuado del lado del corazón el rostro de una mujer con un paliacate con el nombre de su madre; también tiene un ojo parecido al símbolo illuminati, una rosa grande en la espalda, letras en diferentes tipografías en las pantorrillas, figuras en los antebrazos y otro ojo en la muñeca izquierda. Era habitual verle con gorras de visera plana, Vans, jeans y lentes oscuros, o en fotos en redes sociales tatuándose a sí mismo. Su talento y su capacidad para hacer amigos lo hizo popular en su barrio y entre los chicos. También lleva tatuado en el pecho “Mi familia es primero” en inglés, y dice Carmen que por eso su familia está con él, esperándolo.

A cinco años de su ausencia, la familia Campos Sepúlveda salió a las calles de La Villa para exigir la aparición de Donaldo con vida “o como sea”. Carmen encabeza la marcha sobre la Av. Benito Juárez hasta el jardín Independencia con un megáfono en mano y una camiseta con el rostro de Donald. La flanquean sus hijos Fernanda y Manuel, que acompañan las consignas de su madre haciendo de su voz un sonido estridente que llama la atención de automovilistas y transeúntes. Mientras que Carlos, aún con la artrosis de rodilla que padece y que lo hace cojear, va hasta al final del contingente con un megáfono más para que las consignas alcancen a llegar hasta allá. Les acompañan familiares, integrantes de la Red Desaparecidos en Colima y activistas locales.

La protesta se suma a las hechas en la capital en marzo de este año por el 6° aniversario de la desaparición de Leslie Alejandra Flores Larios, y en abril por el 2° aniversario de Jasson Adrian Fonseca Núñez, ambos de 24 años, la misma edad de Donaldo.

Carmen Sepúlveda Gómez es hoy la presidenta de la Red Desaparecidos en Colima. Ella y su esposo acudieron en 2018 al llamado de Eva Verduzco de la Cruz, buscadora de su hermano David, desaparecido en 2017 también con 24 años, para conformar un colectivo que aglutinara a las familias de las personas que habían comenzado a desaparecer sistemáticamente en el estado.

A Carmen le tocó aprender a hablar en público y frente a la prensa, a redactar oficios, subir cerros y guardar la calma. Las decepciones que le hicieron pasar aquellos que la llamaban en la madrugada para pedir dinero a cambio de su hijo le forjaron el carácter que hoy antepone frente a la burocracia, las amenazas y el tiempo que pasa.

Carlos debió aprender de contabilidad como parte de la tesorería de la Red, a hacer carteles con el nombre de Donald y a caminar largas distancias por él a pesar de la edad y el cuerpo cansado. “Aún así vaya en silla de ruedas, arrastrándome, pero jamás lo dejaré de buscar”, asegura. “Dicen que uno como papá no siente pero sí siente uno - cómo no - pero no lo demuestra”.

Él es uno de los pocos hombres que integran la organización de familiares, aunque no tan activamente como él quisiera. “Es pesado porque a veces me siento un poco inútil por mi trabajo que no me deja estar al cien al tanto de la Red de Desaparecidos. Pero a mí esposa la apoyo al mil, lo que ella me pide yo lo hago”.

Entre la lluvia a punto de caer y autos que les rebasan, la marcha llega a la plaza principal del municipio. A pesar de que es común que las protestas se hagan en el centro de la capital, Carmen Sepúlveda quiso que la de su hijo fuera en Villa de Álvarez porque “él es de aquí y necesitamos visibilizar las desapariciones que ocurren en este lugar”. Ahí, Carmen lee unas palabras que una amiga le ayudó a escribir: “Tengo las manos y los pies de un perro que busca en las esquinas. En eso me he convertido. He rastreado tus huesos y carne. (...) Ahí andas haciendo ruido entre las horas del sol y el polvo. No voy a dejar de gritar tu nombre, de evocar tu esencia en cada murmullo del viento, Carlos Donaldo. (…) Eres la continuidad de mi lucha”.

La familia de Carlos Donaldo son sus padres y sus hermanos, pero también las más de 100 personas que conforman la Red. Su nombre ya está tatuado en la historia del estado, como uno de los jóvenes que dio pie a voltear a ver a los desaparecidos.