Por Marco Antonio Pérez Gaspar
El 9 de agosto se celebró el día de los pueblos indígenas, una fecha muy importante para abordar la cultura que nos han legado estás poblaciones que a 500 años siguen siendo vulnerables en sus derechos humanos. Mi mente evoca su nombre, José Antonio Enciso Núñez, como referencia de la promoción de la in situ como el deseaba que los espectadores reconociéramos a estos grandes artistas en sus propias comunidades
Nacido en la década de los sesenta, agrónomo de formación, preocupado por la difusión de las diversas expresiones vivas de la cultura popular de la región para que el conocimiento generacional continúe en su práctica y conservación para beneficio de los universitarios y la identidad de los colimenses en general, es la mejor manera de describir al ser humano que esta ocasión con estas líneas queremos rendirle un homenaje por su amor al arte y a la cultura.
Su larga trayectoria en las diferentes instituciones federales le permitieron relacionarse con sectores de la población en situación de vulnerabilidad, con carencias marcadas en su vida cotidiana pero sensibles con una cosmovisión que les permite dominar las actividades del campo y resolver cualquier situación que les acontece, así es la vida en el medio rural: entre aquellos que satisfacen sus necesidades cotidianas, quienes dominan y transforman los materiales en objetos de uso y al emplear su creatividad producen objetos que son dignas obras de arte de un espacio museístico,
Su primer acercamiento con la promoción cultural fue hace más de dos décadas en el Instituto Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), en donde desarrolló un programa cultural que inicialmente se dirigía a derechohabientes y sus familias, con esta encomienda nacería en él lo que sería su motor de su vida: el rescate y promoción de la cultura hasta sus últimos días. Desde esta área organizó talleres, conciertos, obras de teatro, tuvo la oportunidad de realizar un Festival Internacional de Pantomima, asimismo vio nacer artistas y poetas de quienes guardó grandes recuerdos.
En 1987 fue invitado a participar en las actividades del Museo Nacional de la Danza la Máscara y el Arte Popular de Occidente de la Universidad de Colima, lo que hoy conocemos como Museo Universitario de Artes Populares María Teresa Pomar, en donde la capacitación fue una constante aunado a la promoción de las diferentes las manifestaciones populares, José Antonio entendió que los museos requieren de programas que integren a la sociedad con fines de investigación y recreación, desarrollando en este espacio universitario programas que vinculan al sector estudiantil y la sociedad en general, ya que éstos son los generadores de las diferentes expresiones populares que le dan identidad a cada pueblo.
Era frecuente ver a José Antonio en las comunidades rurales como Suchitlán o Zacualpan, en los comités ciudadanos del rescate de las actividades culturales de Villa de Álvarez, en las procesiones religiosas de la Santa Cruz, en el rescate de los altares de Dolores y de Muertos que verlo sentado en su oficina esperando le lleguen a tocar la puerta para embarcarse en proyectos que para otros promotores culturales no son tan relevantes por ser parte de la cultura popular.
El desgaste en su salud se vio reflejado a mediados de 2018. El cáncer, esa palabra a la que muchas personas le temen, le tocó a su puerta, durante meses estuvo en tratamientos y quimioterapias para combatirlo. Sería el 31 de enero de 2019 cuando lo venció, llevándoselo consigo y dejando un gran vacío en la promoción cultural.
La Universidad de Colima rinde un homenaje a principios de marzo al declarar con su nombre la plazoleta del Instituto Universitario de Bellas Artes a fuera del Foro Pablo Silva. Aún hace falta que el Gobierno del Estado reconozca parte de su legado por las acciones realizadas en la Feria de Colima y en el Encuentro de Pueblos Indígenas en Suchitlán durante varias décadas.
José Antonio Enciso era hombre incansable, a cada paso que daba iba abriendo camino a las nuevas generaciones de promotores culturales en el estado, cobijándolos como Las Parotas, lo hacen con infinidad de aves transmitiéndoles el conocimiento ancestral para que no se perdiera, porque un pueblo sin raíces es fácil que olviden sus orígenes adoptando tradiciones que nada tienen que ver con su origen.