La izquierda socialista en Colima: del nadir al vacío electoral

Categoría: OPINION Escrito por Redacción Tlanesi

 

Por: Josué N. De la Vega M.

Bloque Popular

 

Hoy en Colima estamos en pleno proceso electoral en el que habrá de elegirse, entre otros cargos de representación popular, el de gobernador del estado. A diferencia de muchas otras entidades del país, en el estado no ha perdido el PRI la elección para ese cargo público. Desde tiempos añejos ese ritual se ha reiterado cada elección constitucional, y los triunfos del otrora llamado partido-estado (Anguiano) eran amplios.

La situación no ha sido diferente en Colima desde que se modificó el sistema de dominación que deslizó su fuente de legitimidad basada en los apoyos sociales a los procesos electorales, si bien la competencia electoral entre el PAN y PRI se incrementó, ello no fue factor que llevara a su fase terminal a la costumbre popular de votar por el partido dominante (PRI) en el nuevo sistema competitivo.

Desde entonces, el PRI se ha llevado en la entidad siempre el triunfo, aun cuando la elección se llegó a repetir en dos diferentes ocasiones por mandato del TEPJF ante violaciones a la ley electoral. La razón de esa permanencia del PRI la fundamos no solo en el fraude electoral, sino que, por cierto, la escena política en Colima nunca, hasta el día de hoy, es el nodo que sintetiza la lucha de clases. La primera fase se caracterizó por el debido funcionamiento del sistema de dominación, en sus dos clivajes: la red corporativa que encapsuló a los principales actores sociales: a empresarios y trabajadores, por medio de los sindicatos empresariales y de asalariados; mientras el resto de la sociedad civil (Gramsci) quedó cubierta con redes clientelares comandadas por el partido-estado; en la etapa de predominio del sistema de competencia, el PRI logró un hibrido entre gobierno y partido dominante dentro de los márgenes que marca la ley electoral y permite la fase neoliberal.

En este último tiempo, las características de la competencia político-electoral han cambiado como producto de la revolución neoliberal que modificó actores y escenario. Las corporaciones de trabajadores dejaron de funcionar como gestores sociales en el mejor de los casos o, finalmente, desaparecieron, producto de los embates políticos y jurídicos del Estado y a las transformaciones del modelo productivo, al pasar del taylorismo y fordismo al toyotismo.

En cambio, la organización burguesa se ha fortalecido e independizado del Estado; en el caso de Colima, la Cámara Patronal de México (COPARMEX) es la única que tiene ese comportamiento y la que ha logrado expandir sus redes formando asociaciones diversas, entre ellas: ¿Cómo vamos? Colima, obteniendo presupuesto gubernamental para desarrollar su tarea de supervisión del trabajo gubernamental en su nivel estatal y municipal, el resto de los estratos de la burguesía –pequeños y medianos empresarios- siguen bajo la tutela gubernamental, titubeante en su actuar.

Mientras, el campo de los asalariados está desierto en nuestros días, han sido destruidas sus casamatas en donde se fortalecía y difundía la visión nacional-popular alternativa. A finales de los años setentas y principios de los ochenta, en Colima, floreció una red de pequeños embriones de casamatas de los dominados, con un abanico de enraizamientos: en zonas populares, en el movimiento estudiantil, de mujeres y de la diversidad sexual.

Entre 1983 y 1987 llegamos a la etapa de la izquierda mexicana que Arturo Anguiano bautizó, acertadamente, como “el nadir de la izquierda” (Anguiano), resultado de la ruptura entre las luchas sociales y la izquierda socialista y el escape de ésta al plano electoral. En Colima, la izquierda revolucionaria desaparece, el transformismo logra su propósito, descabeza y liquida a todas esas casamatas. Los dirigentes estatales del Partido Revolucionario de los Trabajadores se convierten en los corifeos de la clase dominada que es llevada a la sombra del gobierno, siendo su titular en ese entonces Elías Zamora Verduzco.

La corrupción en su versión de cooptación, pilar del sistema de dominación, logra su propósito. El Centro Apoyo a la Mujer se convierte en un aparato más del Estado formado para la atención de violencia de género, deja de ser una casamata donde sus integrantes reflexionen su historia de vida que les permita avanzar en una nueva manera de ver y actuar en el mundo. Las Comunidades Eclesiásticas de Base sufren fuerte envestida, producto de la política de la iglesia institucional de desmantelar a la teología de la liberación en América Latina, esto bajo el mandato de uno de los papas más conservadores: Juan Pablo II. Mientras, el movimiento estudiantil no levanta cabeza después de 1983, si bien han existido acciones de reanimación, la falta de experiencia y de claridad política del movimiento estudiantil de Colima ha llevado a estancarse en pequeñas acciones encabezadas por una débil dirigencia. El movimiento urbano popular fue controlado y dezmado por la vía clientelar, otorgando terrenos y pie de casa a precios económicos, a través de organismos paraestatales como el Movimiento Antorcha Campesina.

Es el momento de la debacle para la izquierda revolucionaria de Colima producto de sus grandes –diría, enormes- debilidades. En este momento frente a un proceso electoral en el que muchos tienen cifradas sus esperanzas en el partido oficial, la izquierda socialista tiene que tomar una decisión bajo un gobierno federal disfrazado de izquierda con amplia legitimidad en sectores populares, que han sido atraídos a la sombra del Estado, atomizándolos con la política clientelar implementada. El debate y la decisión a tomar está centrado en: apoyar electoralmente al partido Morena para que mantenga el dominio en el Congreso de la Unión, en los Congresos locales y el mayor número de gobernadores; la otra alternativa, es abstenerse a votar por la carencia del Morena de un programa cuyo propósito sea fortalecer organizativamente a las clases dominadas y explotadas; otra más, es votar por candidatos de izquierda sin importar el partido, y por último, votar por el Morena por ser el único representante de la izquierda en el espectro político.

Para salir de este falso atolladero, hay que definir qué se entiende por partido de izquierda revolucionaria. Iniciemos por definir el concepto de izquierda revolucionaria, como aquella visión que centra su horizonte desde los intereses de los desamparados, dominados y explotados y su propósito final es la transformación social. La izquierda es por naturaleza democrática de lo contrario no lo es, en el caso del Morena, su vida interna está negada la discusión y la participación de sus miembros en la toma de decisiones y selección de sus candidatos a puestos de dirección de la organización y a puestos de elección en cargos de representación popular.

En relación a la selección de candidaturas, han sido todo menos procesos democráticos. Para una verdadera izquierda es importante que la gente aprenda a discutir y a autogobernarse. El último proceso de selección fue un simulacro, la dirigencia nacional autorizó y valido resultados de encuestas que nunca fueron conocidos por las bases, para escoger a discreción los candidatos, cuya historia política personal, de muchos de ellos, nada tiene que ver con intereses de los dominados y con la expansión social de la democracia. Unos son caciques de la región que quieren seguir al frente, otros unos oportunistas y vividores de la política y otros más, voceros del gran capital que quieren aprovechar la legitimidad del actual gobierno en beneficio de sus intereses particulares, aceptando modificaciones en el aparato de Estado para detener la caída vertiginosa de la formación social en una crisis orgánica, en que la clase hegemónica pierda capacidad de dirección ideológica y cultural, su poder de dirección y consenso.

Un partido político de izquierda revolucionario, desde nuestra óptica, no es una agencia de colocaciones ni un instrumento electoral cuyos integrantes son profesionales de procesos electorales. Un partido revolucionario es entendido como un embrión de un nuevo bloque histórico, es decir, es un bloque compuesto de regiones sociales –ideológico, político y económico- y actores sociales cuyo cemento es producto de las prácticas y costumbres de las clases dominadas, y su tarea es la articulación de todas y cada una de las partes. Las prácticas y actitudes que en este embrión llamado partido realizan miembros de la clase dominada permite la destrucción de la visión y actitudes de la cultura capitalista y, al mismo tiempo, con su actuar en los combates sociales, construye una visión y actitudes económicas, ideológicas y políticas de un mundo históricamente nuevo, con hombres y mujeres diferentes.

Esto no está entre los propósitos de la dirigencia de Morena ni de su caudillo López Obrador. Este partido es un caparacho vacío, sin militantes, sin unidad ideológica y tampoco vinculación con las luchas sociales. Ante eso, lo recomendable para la izquierda socialista es la abstención electoral y aprovechar el proceso electoral para impulsar la participación social; levantar demandas, organizarse y exigir soluciones que tengan como origen el ombligo de la vida popular: la comunidad, el barrio, la fábrica y los centros de educación.

Solo de esta manera será posible avanzar en la lucha social y en construcción de una izquierda antagónica y socialista con presencia en cada espacio social e influencia de poder para constituirse en una alternativa viable en un proceso de acumulación de fuerzas con una nueva cosmovisión, que dé coherencia y dirección a las luchas sociales con la finalidad de descarrilar a la derecha electoral con sus matices –Morena, PRI, PAN, PRD MC- y, en su momento, cuestionar la hegemonía de la clase dominante.