Urge Senado a 24 congresos locales aprobar Ley Monzón por feminicidio

 

Escrito por Rita Magaña Torres

Ciudad de México.- El pleno del Senado de la República aprobó, en la sesión del 13 de diciembre pasado, un dictamen para urgir a los congresos locales de 24 entidades federativas, a fin de que armonicen su legislación en materia de guarda, custodia y pérdida de la patria potestad en caso de feminicidio, también conocida como Ley Monzón.

Esta ley surge con el propósito de no dejar desprotegido a las víctimas indirectas del delito de feminicidio, en específico de los menores de edad que se encuentran frente a este tipo de situaciones en las que el padre está siendo investigado por el delito de feminicidio, en donde se le suspenderá el derecho a la patria potestad.

La Ley Monzón que nació en Puebla, en respuesta al asesinato de la abogada y feminista Cecilia Monzón Pérez, ha sido presentada en 17 de las 32 entidades federativas del país, de las cuales en 4 ya fue aprobada, de acuerdo con el seguimiento que ha dado a la propuesta la autora de la misma, la diputada local del PT, Mónica Silva Ruiz. 

Mónica Silva denominó la iniciativa Ley Monzón, debido a que la Fiscalía General del Estado (FGE) de Puebla identificó como presunto autor intelectual del atentado que acabó con la vida de Cecilia Monzón, el 21 de mayo de 2022, a su expareja sentimental y padre de su hijo, el excandidato del PRI a la gubernatura Javier López Zavala.

El dictamen aprobado por el pleno senatorial que solicita a 24 entidades federativas a armonicen su legislación con la Ley Monzón, que fue promovida por la presidenta de la Mesa Directiva, Ana Lilia Rivera Rivera, urge a los congresos locales a que hagan las adecuaciones normativas correspondientes en su legislación en materia de suspensión de la guarda, custodia y pérdida de la patria potestad en caso de feminicidio, desde el momento de la vinculación a proceso.  

Concretamente, las entidades a las que se les hace el llamado son Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Coahuila de Zaragoza, Chihuahua, Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo y Jalisco. 

También a Michoacán de Ocampo, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz de Ignacio de la Llave, Yucatán y Zacatecas. 

En el documento, las y los senadores detallaron que el pasado 2 de marzo fue avalada una reforma al Código Penal y Civil del estado de Puebla, iniciativa bautizada como Ley Monzón que consiste en suspender la patria potestad a las personas que hayan estado involucradas en casos de feminicidio y retirarles si se confirman las sentencias.

Con ello, la entidad poblana se convirtió en el primer estado del país en promulgar una ley de este tipo y sentó un precedente que activistas, colectivos feministas y familiares de víctimas esperan que se convierta en ley nacional. 

Por ello, las y los legisladores coincidieron en la necesidad de que se discuta y analice este tipo de modificaciones en los códigos penales de todas las entidades federativas.  

Con este exhorto se busca impulsar la modificación del marco legal del sistema jurídico mexicano, con el propósito de legislar en favor de las mujeres, de las niñas, niños y adolescentes que son víctimas de la violencia en casos de feminicidio. 

Además de proteger no sólo a las mujeres ante la violencia extrema que se ejerce contra ellas por razón de género, sino también garantizar la seguridad e interés superior de la niñez, de sus hijas e hijos que quedan en la orfandad por el delito de feminicidio. 

La Ley Monzón no solo modificó el Código Civil estatal en materia de patria potestad, sino que también reformó el Código Penal para agravar las sanciones del feminicidio, cuando el delito se cometa frente a los hijos de la víctima. En ese supuesto, la pena mínima pasó de 40 a 50 años de cárcel y la máxima de 60 a 70 años.

Las entidades que ya cuentan con esta Ley son Puebla, Sinaloa, Colima y Ciudad de México. Además, ha sido presentada en Baja California, Chihuahua, Quintana Roo, Guanajuato, Hidalgo, Tamaulipas, Guerrero, Estado de México, Morelos, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Durango.

Los estados del país donde ha avanzado la iniciativa y que reportaron las tasas más altas de feminicidio son Morelos, Colima, Campeche, Oaxaca, Chihuahua, Sinaloa, Baja California y Chiapas.

 

 

Su nombre no era su nombre

Pepe, Trudi y Claudia. Cortesía.

 

Federico Bianchini* / A dónde van los desaparecidos

 

El periodista y escritor argentino Federico Bianchini acaba de publicar el libro “Tu nombre no es tu nombre” (Libros del K.O.), donde cuenta la historia de Claudia Poblete Hlaczik. A Claudia la secuestraron cuando tenía sólo ocho meses; una pareja de militares la crió hasta los 21 años, momento en el que un juez le dijo que su nombre no era su nombre, que sus documentos eran falsos y que sus padres, o en realidad los que ella llamaba sus padres, iban a quedar detenidos porque no eran sus padres sino dos personas que se habían apropiado de ella. Sus verdaderos padres, le dijo el juez, estaban desaparecidos: habían sido torturados por la dictadura militar argentina en un centro clandestino de detención. Todo, o casi todo lo que creía, era una mentira. Había vivido engañada durante 20 años. A continuación les compartimos un adelanto del libro:

 

La tarde del 7 de febrero de 2000, en la cocina de su casa del barrio porteño de Belgrano, Claudia Poblete Hlaczik se preguntó qué iba a cenar esa noche. La mayoría de las veces, la elección de la cena es solo un detalle. Se podría pensar, también, que la vida no es más que una sucesión de detalles o recuerdos que se suceden en lo cotidiano. En este caso, la pregunta por la cena, o en realidad la respuesta, fue importante porque Claudia Poblete Hlaczik no supo qué contestarse.

Claudia Poblete Hlaczik estudiaba ingeniería en sistemas, tenía muy buenas notas y un coeficiente intelectual superior a la media. Sin embargo, nunca en sus 20 años había prendido un horno. No sabía cómo encender un lavarropas, planchar una camisa ni cómo pagar una boleta de luz. No había viajado en colectivo o en subte, no andaba sola por la ciudad ni se quedaba a dormir en casa de sus amigas. La acompañaban a comprar, a pasear y a las clases de inglés.  

Para Claudia todo esto era tan natural como cubrirse cuando llueve o no entrar en la ducha con el agua demasiado caliente. A veces, protestaba por la intransigencia de sus padres, pero tampoco podía comparar, así que vivía como vivimos todos: creyendo que decidía. 

La tarde del 7 de febrero de 2000, en la cocina de su casa, Claudia Poblete Hlaczik se sintió sola como no se había sentido en su vida.

Ese mediodía había caminado las cuadras que separaban el Tribunal de la oficina en la que realizaba una pasantía. A sus compañeros les había comentado que salía a comer y volvía en un rato. No le daba demasiada importancia al asunto. Unos meses antes, un juez la había citado, le había dicho que tenía dudas sobre su filiación y le propuso hacerse un examen. Claudia preguntó si podía negarse. El hombre le respondió que, en caso de que existiera un delito, ella sería la única evidencia.

Claudia se sintió impactada por la frase: así que fue a un hospital público y dejó que le sacaran sangre. Luego, siguió con su vida. Sin embargo, ahora, caminaba inquieta. Sentía que estaba por enfrentarse a una especie de prueba. En su casa, le habían anticipado que todo lo que le dijeran en el juzgado sería mentira. Los perseguían porque eran militares.

Nunca, en sus veinte años, ella había oído la palabra «dictadura». Sabía, en cambio, de la existencia del «proceso militar» y de los «subversivos», gente que ponía bombas y atentaba «contra el sistema». Pero no mucho más.

Iba a ir al juzgado, a escuchar lo que quisieran decirle, y volvería a trabajar. Luego, tal vez, más tarde, podría pensar en todo eso.  

En el Tribunal, la recibieron un juez, unos secretarios y un hombre gordo de pelo largo que dijo ser un psicólogo. 

Arriba de la mesa, una carpeta con casi cien hojas. En la tapa de la carpeta, tres fotos en blanco y negro. Claudia Poblete Hlaczik vio las fotos del hombre (la mirada seria, el pelo corto despeinado), de la mujer (el flequillo hacia la izquierda), pero se detuvo en la de la bebé. Esa bebé con cara enojada y cachetes rechonchos. Se detuvo sintiendo una certeza que le recorrió el cuerpo con la fuerza de un relámpago. En ese momento supo, sin ningún tipo de dudas, que esa bebé era ella.

Luego de presentarse, el juez le dijo que sus padres —las personas a quienes ella llamaba sus padres— iban a quedar detenidos. Porque en realidad no eran sus padres sino dos personas que la habían robado cuando era una bebé. Secuestradores, delincuentes, criminales. ¿Qué? Sus verdaderos padres, le dijo el juez, estaban desaparecidos luego de haber sido torturados por militares argentinos en el centro clandestino de detención El Olimpo.

Según el resultado de la prueba de ADN, había noventa y nueve coma noventa y nueve, nueve, nueve, nueve por ciento de probabilidades de que ella fuera hija de José Poblete y Gertrudis Hlaczik. Sin embargo, en ese momento, atravesada por la verdad de esa foto, Claudia sólo lloraba. Lo que sentía dentro era más fuerte que cualquier cosa que alguien pudiera decirle: un edificio que se derrumbaba desde los cimientos. El juez seguía hablando. Ella no entendía del todo las palabras de ese hombre, pero estaba segura de que eran verdad: lloraba. De repente, sintió miedo por lo que iba a pasarles a Ceferino y a Mercedes. Y, a la vez, un alivio: como si una espina clavada en algún lugar profundo de su historia se hubiera removido. 

El juez esperó. Con la prudencia y la incomodidad que nos genera el llanto ajeno, le dijo que ella no se llamaba Mercedes Beatriz Landa sino Claudia Victoria Poblete Hlaczik. Le dijo que no había nacido el 13 de junio de 1978 sino tres meses antes: el 25 de marzo de ese mismo año. Le dijo que su documento, número 26.769.382, sería retenido porque era un documento falso. Le dijo que los boletines de su escuela secundaria seguirían confiscados como pruebas que acreditaban el delito de falsificación de identidad. Le dijo que en ese mismo momento, un patrullero estaba yendo a buscar a sus apropiadores y le dijo que allí, en ese juzgado, estaba su verdadera familia y que quería conocerla.

—No —dijo Claudia terminante—. No quiero.

Y el juez, los ojos bien claros, le respondió:

—Hace mucho tiempo que te están esperando. 

Con dudas, entonces ella asintió. Y al salir se encontró a algunos familiares. Los saludó con una cautela muy parecida a la desconfianza. Fernando, su tío, le dijo que entendían que ese momento debía ser muy difícil y que esperarían todo lo que necesitara.

—Yo no necesito nada —tajeó ella.

Fernando le dio cartas, fotos y unos cassettes que en ese momento no eran más que eso, unos cassettes, y que luego se transformarían en una parte importante de su historia. 

Ella agarró todo y lo guardó en su cartera.

Salió del juzgado sin detenerse a mirar a las 150 personas que la esperaban afuera con carteles. Su abuela, sus tíos, primos, primas, amigos, gente del barrio donde vivían sus padres y compañeros de militancia, algunos discapacitados. Todos compartían una alegría intensa por haber encontrado a esa bebé que les habían quitado hacía tantos años.

Al llegar a su casa, descubrió la nota que Ceferino Landa y Mercedes Moreira le habían dejado: «No te preocupes por nosotros, estamos bien. Te queremos mucho».

Su nombre no era su nombre. Su fecha de nacimiento estaba equivocada. ¿Los recuerdos que tenía de chica también serían falsos? Se sentó un momento en uno de los sillones y reprodujo uno de los cassettes en el walkman. Escuchó la voz de una mujer, pero no podía detener sus pensamientos. No estaba enojada con Ceferino y Mercedes. Tenía miedo de que les pasara algo. Eran personas mayores. Los quería. Detuvo la grabación. Llamó al juzgado. Preguntó adónde los habían trasladado. Pidió un permiso urgente para ir a verlos y un certificado que dijera que no tenía documentos. Fue a buscar esos papeles y le dijeron que sus apropiadores iban a ser trasladados al Departamento Central de Policía y que a las once de la noche podría verlos. Volvió a su casa. Recién entonces, se preguntó por la cena. Resolvió que no comería nada. En una bolsa, guardó varios remedios y unas frutas. Y así, con el estómago vacío, salió hacia las calles de una ciudad que no parecía la misma.

Tomó un colectivo para Monserrat, uno de los barrios más oscuros de la Capital Federal. Ella, que nunca había salido del barrio más caro de Buenos Aires, se bajó con miedo en una esquina en la que conversaban dos prostitutas. Entró en un bar, pidió un café con leche y esperó que el tiempo pasara.

A las once de la noche, entró a ver a Ceferino y a Mercedes. Ellos le dijeron que se quedara tranquila. Ceferino le contó de un lugar de la casa en donde podía encontrar plata en efectivo y le recordó que ella podía acceder a la cuenta bancaria de él. No mencionó las mentiras, la apropiación ni el futuro de Claudia. No hizo ninguna referencia a lo sucedido, como si se hubiera debido a un error o a un malentendido que pronto se aclararía. Como si no hubiera nada por lo que pedir disculpas. 

Claudia volvió a su casa en colectivo. 

Desde chica, había tenido miedo de estar sola. Como no podía dormir, se fue a la habitación de sus apropiadores, se acostó en la cama matrimonial y escuchó los cassettes que le habían dado en el juzgado. Eran unos veinte cassettes de noventa minutos cada uno. Un archivo biográfico familiar. Relatos de su abuela paterna, de su abuelo materno, de sus tías, de sus tíos, de los compañeros de militancia de sus padres. Información sobre fechas, lugares, situaciones y recuerdos que la confundían. ¿Su papá militaba a los doce años? ¿El accidente había sido en la Argentina o en Chile? ¿Cómo podían haber pasado tantas cosas en sólo tres años? A pesar de no entenderlo todo, seguía escuchando. Oyendo voces ajenas y lejanas, Claudia Poblete se fue quedando dormida.

Esta historia muestra cómo, a cuarenta años de la vuelta de la democracia en la Argentina, la dictadura no sólo sigue presente en la memoria, sino también en algunos cuerpos. Como el de Claudia, que durante una de las entrevistas para este libro, realizada en la oficina en la que trabaja como ingeniera en computación, se referirá al coronel retirado Ceferino Landa y a su esposa Mercedes Moreira, como «esta gente» y «mis apropiadores», aunque también les dirá: «mis papás».

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*Federico Bianchini es periodista y Licenciado en Comunicación. Ganador del premio Don Quijote (EFE/Reyes de España), trabajó como redactor en los diarios Clarín y La Razón y como editor en la revista Anfibia. Publicó los libros de crónica “Desafiar al cuerpo” y “Cuerpos al límite” (Aguilar). Luego de pasar un mes en la Antártida escribió “Antártida: 25 días encerrado en el hielo” (Tusquets) con el que obtuvo la Beca Michael Jacobs de la Fundación Gabriel García Márquez (FNPI). Acaba de editar el libro “Tu nombre no es tu nombre” (Libros del K.O.). Colabora con medios nacionales e internacionales.

 

 

Un paraíso protegido transformado en fosa clandestina

 

El Colectivo Solecito de Veracruz logró recuperar este año 17 cuerpos del islote de Punta Puquita, que forma parte del Sistema Lagunar de Alvarado. Ahora explora un segundo islote y planea ingresar en otros tres. Los criminales, afirman especialistas, escogen estos lugares por ser zonas protegidas, de difícil acceso, donde se complica hallar los restos bajo el agua y el lodo 

Por Ana Alicia Osorio González para A dónde van los desaparecidos

“Parece un lugar paradisiaco”, dice una de las buscadoras. El verde del manglar, el sonido de las aves y la tranquilidad que se respira hacen difícil creer que en Punta Puquita, un islote localizado al sur del Sistema Lagunar de Alvarado (SLA), una zona de Veracruz protegida por su biodiversidad, se hayan descubierto restos humanos. 

Pero no es el único lugar, en este complejo de lagunas, donde se han ocultado cadáveres. En un segundo islote también se han hallado cuerpos, y se sospecha que podría haber en tres más, convirtiendo algunas áreas de este ecosistema en un cementerio clandestino. 

Rosalía Castro Toss, madre de Roberto Carlos Casso, desaparecido en 2011, y cofundadora del Colectivo Solecito de Veracruz, señaló que los indicios que llevaron a estos sitios, que no identifican por razones de seguridad, provienen de carpetas de investigación sobre personas desaparecidas. 

Se han localizado también restos humanos en el Parque Natura, un área natural protegida de 80 hectáreas, ubicada en Xalapa; como en el caso del SLA, son lugares de difícil acceso por su importancia ambiental, lo que complica hallar los cuerpos que los criminales buscan desaparecer, indicó Anaís Palacios Pérez, integrante del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD).

Leer nota artículo completo en el siguiente enlace: https://adondevanlosdesaparecidos.org/2023/12/07/un-paraiso-protegido-transformado-en-fosa-clandestina/

 

**Foto de portada: El Colectivo Solecito de Veracruz ha logrado recuperar de Punta Puquita los restos de 17 personas. El islote, cubierto de manglares, es un espacio protegido por su biodiversidad. (Colectivo Solecito)​​www.adondevanlosdesaparecidos.org es un sitio de investigación y memoria sobre las lógicas de la desaparición en México. Este material puede ser libremente reproducido, siempre y cuando se respete el crédito de la persona autora y de A dónde van los desaparecidos (@DesaparecerEnMx).


Ana Alicia Osorio

Periodista veracruzana. Cubre historias sobre derechos humanos, género y víctimas de violencia. Es fundadora de Testigo Púrpura y ha colaborado en medios como Animal Político, MVS, El Financiero y SDP Noticias. 

 

 

 

 

Higinio Trinidad de la Cruz, defensor ambiental de la Sierra de Manantlán es asesinado pese a estar bajo el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras

Higinio Trinidad de la Cruz, indígena nahua y defensor del ambiente y el territorio en la Sierra de Manantlán, Jalisco.                           Foto: Cortesía Analy Nuño

 

* El 24 de noviembre, a Higinio Trinidad de la Cruz lo desaparecieron después de acudir a una cita en las oficinas de la presidencia municipal de Cuautitlán de García Barragán, en Jalisco. Un día después, su cuerpo fue localizado en la Sierra de Manantlán.  

* Higinio Trinidad, al igual que otros integrantes de la comunidad indígena de Ayotitlán, era beneficiario del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras del gobierno federal desde abril de 2021. Su desaparición y asesinato ocurre un mes después de que personal del mecanismo visitó a pobladores de la Sierra de Manantlán. 

* El nombre de Higinio Trinidad de la Cruz se suma al de Celedonio Monroy Prudencio y al de J. Santos Isaac Chávez, defensores de Manantlán que también fueron desaparecidos y asesinados. Los tres denunciaron la tala, la minería ilegal y el control del territorio por parte de grupos del narcotráfico en la Sierra de Manantlán; también participaron en los procesos legales en contra de la mina que, desde 1975, extrae hierro en la región.


* Con su caso se eleva a 37 el número de personas defensoras de ambiente y territorio en México que, desde diciembre de 2006, han sido víctimas de desaparición y han sido localizadas sin vida.

Por Analy Nuño*

Higinio Trinidad de la Cruz hablaba fuerte y directo, saludaba con un apretón de manos, siempre vestía camisa y pantalón de mezclilla; su atuendo también incluía un maletín con documentos. Desde la desaparición de su compañero en la defensa del territorio, Celedonio Monroy, en 2012, aprendió a torear los ataques y amenazas. Él no quería irse de Lagunillas, no quería dejar la Sierra de Manantlán, esa región de Jalisco que ha estado marcada por la tala, la minería legal e ilegal y la presencia de los grupos del narcotráfico. Desde 2022, las amenazas en su contra aumentaron. Aún así no abandonó su tierra. La última vez que se le miró con vida fue entrando a una oficina de gobierno.

La mañana del pasado viernes 24 de noviembre, Higinio Trinidad de la Cruz acudió a la presidencia municipal de Cuautitlán de García Barragán, ahí lo citó el presidente municipal Jesús Delgado Camberos Durante. El resto del día y la noche, su familia no tuvo noticias de él. Incluso, la organización no gubernamental Tsikini, que acompaña legalmente a la comunidad de Ayotitlán, alertó en la red social X sobre la desaparición del defensor indígena nahua, quien al igual que una veintena de pobladores de la Sierra de Manantlán se encontraba dentro del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras del gobierno federal.

El sábado 25 de noviembre, el cuerpo de Higinio Trinidad fue localizado sin vida —con huellas de violencia y un disparo— cerca del puente Arroyo Hondo en el poblado Las Marías del Ejido de Ayotitlán, en la Sierra de Manantlán.

Leer nota completa en el siguiente enlace: https://adondevanlosdesaparecidos.org/2023/11/30/mexico-higinio-trinidad-de-la-cruz-defensor-ambiental-de-la-sierra-de-manantlan-es-asesinado-pese-a-estar-bajo-el-mecanismo-de-proteccion-para-personas-defensoras/

 

 

* Este reportaje es parte del proyecto periodístico Defensores desaparecidos realizado por Mongabay Latam, Quinto Elemento Lab y A dónde van los desaparecidos.


Es una periodista independiente y fixer, egresada de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad de Guadalajara. Actualmente forma parte del equipo de investigación periodística del proyecto A dónde van los desaparecidos. 

 

 

Antropología forense: la estimación de la edad como barrera para el proceso de identificación

 

Por Isabel Beltrán Gil/ GIASF* 

La antropología forense tiene como propósito contribuir en el proceso de identificación humana, para evitar que se den casos como el de Marcela Balderas, cuya búsqueda se prolongó por un incorrecto estudio de la estimación de la edad de su hijo Cosme Humberto Alarcón Balderas. Por tanto, el objetivo de la antropología forense es establecer el perfil biológico de los restos humanos analizados. Dicho perfil busca reconocer el sexo, edad y estatura de la persona esqueletizada, datos que representan una hoja de ruta sobre la que apoyarse en los procesos de búsqueda en los Servicios Médicos Forenses (SEMEFOs), por ejemplo. 

Esta información básica permite crear una base de datos post mortem (PM) que sirve de consulta en las búsquedas. Esto significa que, al preguntar en un SEMEFO por una persona específica con unas características concretas (sexo, edad, estatura, rasgos particulares), el registro permite determinar si entre las no identificadas hay alguna que presente coincidencias. 

De modo que, cualquier dato PM incorrecto va a repercutir en la localización de la persona y en su restitución, y por ende, en la crisis forense. Así, los errores en el diagnóstico antropológico del perfil biológico tienen como consecuencia bases de datos deficientes y panteones con personas que pudieron ser identificadas con mayor premura. 

Bajo este contexto, la estimación de la edad representa un problema no percibido, con amplias consecuencias negativas en el proceso de búsqueda. Los métodos antropológicos para establecer la edad de una persona se sustentan en la variabilidad que implica el proceso de envejecimiento; tomando en cuenta que el envejecimiento no es lineal en las personas, sino que está condicionado tanto por factores biológicos (genética) como ambientales (estilo de vida). 

Desde la antropología, los métodos establecidos analizan la metamorfosis que se produce en huesos como la cuarta costilla o la sínfisis del pubis (Ilustración 1) debido a la pérdida progresiva de masa ósea con la edad [1]; estos huesos son los que se utilizan habitualmente para calcular la edad, y hay varios métodos antropológicos que permiten analizar los cambios que se producen en éstos como consecuencia del envejecimiento. 

Estos cambios, asociados a la existencia de modificaciones en el funcionamiento de la estructura ósea, están relacionados con factores hormonales, genéticos o nutricionales, que repercuten en la salud del hueso. Por eso, un adecuado estudio antropológico para establecer la edad de una osamenta siempre va a dar como resultado un rango de edad y nunca una edad específica. Sin embargo, es frecuente encontrar en los informes de identificación un número concreto como respuesta a la edad correspondiente al cuerpo no identificado. 

Ilustración 1: Cambios en la costilla y pelvis por proceso de envejecimiento

Fuente : Udo Krenzer (2006)

Otro problema habitual, además del uso incorrecto de estos métodos, es la ausencia de su utilización. El hecho de que el cuerpo presente tejido blando y se encuentre en un estado de conservación óptimo no implica que no sea necesario utilizar la antropología para estimar la edad. Con frecuencia, en estos casos la edad se basa en una primera observación externa del cuerpo, indicando únicamente la edad que aparenta, que no necesariamente corresponderá con la edad que tiene realmente la persona. 

Con  base en esta situación es que encontramos casos como el de Marcela Balderas, cuyo hijo Cosme Humberto Alarcón Balderas, de 16 años, es registrado en el SEMEFO como un adulto de 25 años, imposibilitando su localización durante varios años [2], y como éste podemos encontrar más casos a lo largo del país. El problema radica no sólo en la falta de profesionales cualificados para responder a las preguntas del perfil biológico (incluso en casos donde el cuerpo presenta tejido blando), sino también en la falta de recursos materiales que faciliten estos estudios y en la consolidación de equipos multidisciplinares en el área de identificación; de manera que, médico forense, odontólogo, antropólogo, etc., trabajen de manera conjunta. 

Estimar la edad debe asimilarse en los procesos de identificación como una herramienta que busca la no exclusión, dado que son muchos los factores, como se comentaba anteriormente, los que van a incidir en el proceso de envejecimiento de los huesos; por eso es obligatorio hablar siempre de rangos de edad fundamentados en un método antropológico estandarizado. Asimismo, el recurso de herramientas como los Rayos X son fundamentales para evitar situaciones como la de Marcela Balderas. Las radiografías permiten observar, cuando todavía está presente el tejido blando, el desarrollo de los huesos indicando si se trata de un infante, adolescente o persona adulta [3,4]. 

En síntesis, la estimación de la edad representa un arma de doble filo puesto que si es utilizada correctamente bajo las indicaciones establecidas por la metodología antropológica contribuirá eficientemente en la pronta identificación. Sin embargo, su uso incorrecto alimentará la crisis forense porque participará en el incremento del número de cuerpos no identificados que se suman lentamente a la lista de larga data. Cabe preguntarse cuántas personas inhumadas en los panteones siguen invisibilizadas en el proceso de búsqueda por una estimación de la edad deficiente. 

Es necesario evitar la lógica simplista que sostiene que un estudio incorrecto de la edad no tendrá consecuencias en la identificación de la víctima porque el estudio genético es la solución a la crisis forense; esta posición sólo alimenta y justifica las irregularidades que contribuyen a fomentar la problemática existente. 

Todas las personas no identificadas tienen derecho a ser identificadas, y esto genera la obligación de implementar todos los métodos y disciplinas que puedan contribuir a resolver este enigma, tomando en cuenta que no siempre será posible dar una respuesta desde el uso de la genética. De ahí que no se menosprecie la utilidad que puede tener la antropología para el proceso de identificación, especialmente si se emplean correctamente sus métodos para construir el perfil biológico. 

REFERENCIAS

[1] Udo Krenzer. (2006). Compendio de métodos antropológicos forenses para la reconstrucción del perfil osteo-biológico. Centro de Análisis Forenses y ciencias Aplicadas (CAFCA). Consultado en: https://criminalistica.mx/descargas/documentos/pdf/biblioteca/Compendio_Metodos_Antropologico_Forenses.pdf 

[2] https://adondevanlosdesaparecidos.org/2020/09/29/desaparecer-dos-veces-la-burocracia-que-pierde-cuerpos/

[3] Pedro Manuel Garamendi González, María Irene Landa Tabuyo,(2010). Determinación de la edad mediante la radiología, Revista Española de Medicina Legal, Volume 36, Issue 1, Pages 3-13, https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0377473210700304

[4] Tineo, Francisco, Espina de Fereira, Angela Irene, Barrios, Fernando, Ortega, Ana, & Fereira, Jose. (2006). Estimación de la edad cronológica con fines forenses, empleando la edad dental y la edad ósea en niños escolares en Maracaibo, estado Zulia. Acta Odontológica Venezolana, 44 (2), 184-191. https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0001-63652006000200006

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*Isabel Beltrán Gil es doctora en antropología sociocultural y especialista en antropología forense. Orientó su perfil profesional hacia la recuperación e identificación de restos humanos, el análisis crítico de la muerte violenta en contexto de Derechos Humanos y la dimensión epistemológica de la antropología forense. Es integrante del Comité Investigador del GIASF.