Si yo no hubiera fumado eso… Una historia de adicciones

Foto: gaceta.cch.unam.mx

 

Por Lorena Guadalupe Hernández Maldonado*

VILLA DE ÁLVAREZ, Col.- Un día, entre mañanas frescas y tardes de calor en las que parece que el infierno se mudó a la Villa, llegan y tocan a la casa de doña María, la dueña de la panadería.

—Toc, toc —Se escuchan fuertes golpes en la puerta, muy insistentes.

—¿Quién? —Doña María pregunta tras la puerta y se escucha que le responden;

—El Piña, doña Mary. ¿Quiere que le lave el carro?

—Sí, hijo, lávalo.

Así es la vida de El Piña. Su nombre es Bernardo, un joven de apenas 26 años, quien todos los días busca una manera de vivir, pues las drogas y el amor le han quitado los ánimos de seguir adelante.

Las calles de su colonia, una de las más populares de Villa de Álvarez, son el escenario de esta vida tan triste que vive Bernardo, buscando cómo conseguir dinero para comprar droga. En el bolsillo de su pantalón siempre carga su pipa que hizo con aluminio y otras cosas más para poder fumar.

Mientras lava el carro de doña María, se ve la rapidez con la que quiere terminar de lavarlo, pues necesita consumir, trae la malilla y está ansioso, transpirando y eso lo empieza a poner de malas, porque sólo cuando consume olvida todo lo que ha perdido por mentir y por volver a caer en ese mundo infernal.

Un mundo del que intentó salir, pero ha recaído tres ocasiones en menos de seis meses, su familia lo había internado en un albergue para recuperación, pero al parecer algo pasó, que volvió a lo mismo.

—¿Cómo vas, Bernardo? —le pregunté el día que platiqué con él.

—P’s ahí voy, maso… —respondió.

Su cara tenía una mirada triste, se veía descuidado y en sus manos se veía una desesperación, se las agarraba, las cruzaba, pero no las dejaba quietas.

—Me dijo don Lupe que quiere platicar conmigo —comentó y se sentó en la banqueta.

—Sí, Bernardo, ¿tienes chance de una pequeña entrevista? —le pregunté.

—Jeje… —sonrió y dijo— no p’s wow, simón.

Esa fue su manera de responder, cuando algo le sorprendía, contestaba “No, p’s wow”. Sin tantos rodeos y preguntas, directamente le pregunté:

—Bernardo, cuéntame tu historia. ¿Por qué esos ojos tristes?

—Uyyyy, ¿por donde empiezo? Hay tanto qué sacar. P’s, maestra, yo ahorita tengo 26, los cumplí en abril y estoy metido en este desmadre desde los 18. Empecé fumando mariguana, yo trabajaba lavando platos en un restaurante en Colima y mi compañera, que era la que cobraba, me ofreció la primera fumada a un churro.

Le vi una mirada muy triste, se le humedecieron los ojos, suspiró.

—Si yo no hubiera fumado eso, maestra, mi vida no sería así. Yo estudié el bachillerato porque mis papás me obligaron, pero soy reburro, en cuanto nomás lo libré. En ese lugar conocí a la que es mamá de mi hijo, tengo un niño pequeño. Ella es de familia de dinero, jaja, no sé por qué se fijó en mí y me hizo caso. Anduvimos de novios, con lo que yo ganaba junté dinero y me compré un carrito todo madreado, pero me movía. Y también seguía fumando mariguana.

“Un tiempo la estuve fumando, me relajaba y me hacía sentir bien, pero tiempo después cambié de trabajo, porque me casé. Mi novia salió embarazada y p’s me tuve que casar. En el nuevo trabajo, mi compañero también se drogaba, pero él fumaba otra cosa. Ahí conocí el cristal, comencé a fumar con él, en ese entonces ganaba bien, trabajaba en la Coca Cola, pero en la casa con ella tenía muchos problemas, porque ella me hacía menos, siempre me decía cosas, que se arrepentía de estar conmigo y cosas así, por eso me drogaba”.

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De acuerdo al portal Drugfacts, en su artículo “Entendiendo el uso de drogas y la adicción”, la drogadicción se refiere al uso constante de sustancias que alteran el sistema nervioso, creando una adicción, es decir, una necesidad de consumirla constantemente, ya que genera una sensación de alivio y con esto evadiendo las situaciones que generan estrés.

DrugFacts 2019

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El calor estaba horrible en esos días, se sentía muy sofocado. Bernardo seguía relatando su historia y dijo:

—¿Sabe qué es lo más triste, maestra?

—No, ¿qué es lo más triste, Piña?

—Yo, queriendo que las cosas estuvieran bien con ella, de todo me hacía cargo. Ella tenía una niña y también la cuidaba a ella. Era como mi hija, las atendía a las dos y al bebé que venía en camino. Daba dinero para la casa y además yo limpiaba, hasta que un día decidí contarle que consumía drogas.

Respira hondo y se limpia una lágrima.

“Me corrió como a un perro, maestra. Sacó mis cosas a la calle y me echó de su vida. Me gritó que no valía la pena, que le daba asco y que mi hijo nunca estaría conmigo. Eso me tumbó muy feo, me dio para abajo, no sabía qué hacer y lo único que hice fue consumir y consumir. Me perdí, regresé a casa de mi mamá y me hice de la calle. Enflaqué un buen porque no comía nada, me volví un tecolín, como dicen en los barrios, porque me corrieron por faltar y yo necesitaba dinero. Día y noche me drogaba, me perdí en la calle, estaba agüitado por todo lo que ella me había dicho, me rompió el corazón, porque yo la quería”.

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El detonante para que Bernardo perdiera rumbo en su vida fue la fuerte depresión en la que cayó como consecuencia de su ambiente familiar. De acuerdo a diversos artículos la depresión es una de las consecuencias de su adicción, evadir sus problemas y la realidad influían demasiado para el consumo de la sustancia que le daba lo que creía que era felicidad.

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“Como siempre he dicho: no me mató el amor, no me matará esta cosa. Así que seguí así un tiempo, hasta que mis papás me metieron a un centro, estuve unos meses y no me sirvió de nada. Escapé y volví a lo mismo. Hubo un segundo intento de rehabilitación y le puse ganas por mi hijo, ya no volví con ella, pero me dediqué a él. Mi papá es laminero y tiene un taller, me dio trabajo porque soy bueno para pintar y detallar carros, pero las amistades no dejaron de buscarme hasta que recaí. La tercera vez que me metieron al centro me dejaron por más de seis meses. La verdad, me ayudó. Engordé porque ya estaba muy flaco de las recaídas pasadas; ahora de verdad sí le puse ganas.

“Cuando salí del centro, ya no me junté con los mismos. Me empezó a ayudar una familia de aquí del barrio, me adoptó porque en mi casa había problemas. Mi mamá no quería que yo estuviera ahí, quería que me fuera, pero mi papá le dijo que no, que también era mi casa. Los problemas no dejaban de salir, pero estuve aguantando porque había personas que creían en mí y me apoyaban, me daban trabajo, comidas y hasta convivía en sus festejos. Esta Piña de nueva cuenta conoce a alguien especial, pero era una mujer mayor que yo y tenía un compromiso, pero p’s hice el intento de ganármela poco a poco hasta que logré que saliera conmigo.

“La historia que comenzó entre nosotros era diferente, p’s yo sabía que ella tenía un compromiso y así acepté. Ella se preocupaba por mí, me cuidaba y estaba al pendiente, pero yo la regué. A los pocos meses de iniciar la relación, empecé a mentirles a todos, a cada rato pedía dinero prestado que no pagaba echando mentiras, los problemas en casa habían empeorado y no sabía qué hacer, así que lo único que hice fue recaer, le fallé a todos de nuevo, y más a ella.

“Me costó mucho decirle la verdad, ella lo sospechaba, era una desesperación la que yo tenía, porque por primera vez y por mi culpa la vi llorando. Me perdonó y me dio una nueva oportunidad, pero todo cambió, ya no me tenía la misma confianza. Pasaron algunos meses y algo cambió, me volví muy celoso, la acosaba, la cansé y yo había vuelto a mentirle. Volví a caer, mi cuerpo me delató, empecé a enflacar y la malilla no me dejaba tranquilo. Me veían ansioso y seguido me ponía agresivo con ella, le gritaba y no se lo merecía. Ella me pidió que habláramos, hasta que me sacó la verdad. Volvió a pasar lo mismo. La hice llorar, a pesar de todo lo que le había hecho creyó de nuevo en mí, pero tardó días en dirigirme la palabra, pues se sentía traicionada por mí y era verdad, no cumplí”.

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Las drogas dañan el sistema nervioso, pues las sustancias que son usadas generan diferentes reacciones al cuerpo de manera individual, pero haciendo una combinación de todo es una gran bomba de muerte. Algunas actúan rápido y otras con el tiempo y su uso.

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“Ay, maestra, mi vida es triste, ya me cansé de todo, hice muchas cosas para ganármela de nuevo, pero p’s le falle varias veces, la cansé, la perdí. A la única persona que se preocupaba por mí yo solo la alejé, la hice que se fuera de mi vida. La amaba y por tonto lo eché a perder. Perdí mis amigos de verdad, no valoré todo lo que hicieron ellos por mí y más ella, llegó el día que jamás pensé que llegaría: ella me dijo que se iba, que me dejaba por su salud, p’s por la forma que la estuve tratando la estaba deprimiendo, le estaba haciendo daño, yo siempre le dije que contaría conmigo y ella lo sabe.

“Le juro, maestra, que estoy arrepentido; le he llorado más que a mi madre, ya no me importa nada, sé que cualquier día me puedo morir por culpa de este jale, porque las amistades no son buenas. Volví a ser tecolín porque necesito dinero para mi jale y de vez en cuando hago trabajos de pintado, pero la gente ya no confía en mí. Ella aún me habla, me dice que me cuide, que coma, que sabe que ando mal, pero sólo drogado se me olvida que ya no tengo corazón porque ella se lo llevó. Ya no veo a mi hijo, se lo llevaron de Colima, mi mamá ya me corrió de la casa, ya no me apoyan, ya no tengo amigos y todo por mi culpa, por mis malas decisiones y las malas amistades. Diario estoy triste, busco droga y alcohol, casi no como y no duermo, la droga me mantiene despierto y si me llego a dormir —le digo la verdad—, me gustaría ya no despertar, ya no valgo la pena”.

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Según los conocimientos que he aprendido a lo largo de mi vida académica, entiendo que una persona que es adicta sufre de diversos trastornos en su cuerpo, es mucho el daño que le hacen, el veneno que ingieren poco a poco los va matando, peor aún cuando la persona ya no tiene razones para salir adelante.

Durante todo este tiempo, Bernardo ha sido presa de una depresión alimentada por sustancias que han alterado su cuerpo. Los problemas familiares y las malas influencias han sido factores que han detonado su desmotivación.

Así como el caso de El Piña hay muchos. Los centros de rehabilitación en el estado de Colima trabajan en las mejoras para poder apoyar a todas las personas que han caído en este mundo de las drogas, que toman la decisión de buscar la oportunidad de una nueva vida y estar bien.

Desgraciadamente el caso de Bernardo es triste y es uno más en la estadística de las adicciones, pero lo más triste es su corazón roto, que sólo late porque respira, amando la historia de amor que tuvo y que perdió por culpa de su adicción.

* La autora es estudiante de la Escuela de Trabajo Social “Vasco de Quiroga”. Este texto fue elaborado dentro de la materia Análisis de Problemas Sociales.